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El personaje del mes: Fray Ibrahim, párroco de Alepo (Siria)

Giacomo Pizzi31 julio 2015

Fray Ibrahim Alsabagh es el párroco de Alepo.  Nació en Damasco y después de estudiar en Roma, regresó a Siria para estar con su gente. Hemos contactado con él por teléfono para pedirle que nos cuente lo que significa vivir la fe en un lugar devastado como es Alepo.

Padre Ibrahim, ¿qué es lo que le empuja a estar en un lugar como Alepo, golpeado por la violencia absurda que con tanta frecuencia llega hasta nuestros oídos?

Ante todo se trata de la voluntad de Dios, tal y como la he percibido en mi vida. En su momento hice un pacto con el Señor, cuando Él me pedía claramente que le siguiera. Yo le dije: «Señor, la vida contigo es bastante difícil pero sin ti es imposible. No soy capaz de vivir lejos de ti». Después, cuando he percibido la vocación de curar a los demás, a las familias, como sacerdote le pedí que ocupara mi lugar en la familia. Esto sucedió cuando tenía 19 años y es algo que tengo siempre presente en el corazón. Cuidar a su familia, a su gente: esta es su voluntad y por ello estoy preparado, con tranquilidad, para ir a cualquier sitio, donde sienta que Él me manda. Por eso cuando me dijeron que fuera a Alepo no tuve miedo, aunque soy consciente de que estoy cargando una pesada cruz al estar aquí, debido a las condiciones de vida. Sin embargo, tenía en mente el pacto con el Señor y por amor recorro este camino con mucha tranquilidad.

¿Nunca tiene miedo?

Se vence a las cosas que te dan miedo gracias a la gracia del señor, que actúa y que tantas veces nos lleva a hacer cosas que no imaginábamos que podríamos hacer. Incluso ahora que estoy aquí noto un sentimiento paternal, una dulzura que me hace decir: «¡Pero si yo no soy tan gentil, ni tan tierno! ¡No tengo fuerza para amar de esta forma!. Con este pensamiento me doy cuenta de la gracia que existe detrás de cada cosa y que viene de Él. En realidad, cuando nos entregamos a Él, es Él quien vive en nosotros, como dice San Pablo.

¿Cómo hacen para vivir la comunión con la Iglesia universal?

Tenemos un problema objetivo de comunicación, de conexión; la línea telefónica viene y va. Pero yo intento escuchar todos los días lo que dice el Papa. Después de mi última visita a Italia me he dado cuenta de que estamos muy presentes en vuestras oraciones, en las de las parroquias y los sacerdotes, en las de tantos devotos que hacen vigilias por nosotros. Eso nos da fuerzas.

¿Qué nos pide a los que vivimos en Europa?

Ante todo continuar con vuestras oraciones por el Oriente Medio, especialmente por los cristianos de Siria y Alepo, porque orar es una señal de fe y hace que la comunión que existe entre nosotros sea aún mayor. Además aquí hace falta de todo. A veces ni siquiera podemos decir qué es lo que nos hace falta de verdad. Cuando nos llegan las ayudas, podemos hacer muchas cosas para ayudar a la gente, aunque sea con poco. No olvidéis ser generosos, como decía la lectura de hace varios domingos. San Pablo hacía en persona la colecta especial para los cristianos de Jerusalén que vivían con grandes dificultades, e invitaba a manifestar la caridad que existe en los corazones a través de ayudas concretas a otras iglesias en dificultad. Seguimos esperando la Providencia y estamos seguros de que nunca faltará.