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La Victoria de Alepo: acogida, caridad y unidad

Giacomo Pizzi5 abril 2016

Fray Firas Lufti es el superior de la comunidad franciscana en el Colegio Terre Sainte de Alepo. También es el vice-párroco de la Parroquia de San Francisco de Asís, actualmente un punto de referencia para muchos en la ciudad, sean o no sean cristianos. En una entrevista nos cuenta sobre sí mismo y el trabajo de los franciscanos en Alepo.

Padre Firas, ¿qué pueden hacer los franciscanos de Alepo en esta situación de desastre?

Nuestra principal actividad es la acogida. El Colegio Terre Sainte localizado a la entrada de Alepo -un edificio grande, antiguamente un colegio internado- hoy en día aloja a jóvenes y familias de la ciudad. Todavía es un sitio relativamente seguro, que ofrece un amplio espacio donde los niños pueden jugar lejos de las explosiones y las familias pueden descansar en un ambiente tranquilo.

Está también el centro de acogida para ancianos y enfermos, creado después de los bombardeos de la antigua ciudad de Alepo hace seis o siete meses. Aquí también las personas están -de alguna manera- más seguras y, dado que las instalaciones fueron concebidas para este servicio, se da un uso eficiente al edificio. Al menos tienen algo de electricidad, agua y medicinas.

El colegio también se utiliza como centro de verano. Todos los cristianos de Alepo se juntan aquí ya que hay suficiente espacio. Y, dadas las dificultades para entrar y salir de la ciudad, muchos de ellos se quedan algunos días.

¿De cuántas personas estamos hablando?

En verano, si coinciden varios grupos, hablamos de 200 a 300 personas al mismo tiempo. Últimamente también han empezado a venir numerosos niños refugiados musulmanes. ¡En una ocasión llegó un grupo de 600 niños! Los voluntarios organizan juegos y otras actividades que requieren mucho espacio. Para esto, hoy por hoy, solamente se cuenta con el Colegio Terre-Sainte. Al principio, cuando la presencia cristiana en Alepo era significativa, se llevaban a cabo campamentos de formación en las afueras de la ciudad. Ahora Alepo es una ciudad cerrada, así que la única posibilidad es la búsqueda de instalaciones adecuadas dentro de la propia ciudad. Como las nuestras, de hecho. La permanencia en el centro es gratis, lo que siempre asombra a las personas, pues es difícil encontrar un lugar con las características del Colegio Terre Sainte donde no haya que pagar.

¿Qué significa vuestra presencia para la ciudad de Alepo?

Aquí también puedo responder que acogida y caridad son los dos aspectos que principalmente nos caracterizan. Pero hay un tercero, la unidad con los otros. Soy también el vice-párroco de la Parroquia de San Francisco de Asís. Éste es el único sitio que da la bienvenida a todo el mundo y por ello se ha convertido en un símbolo para los cristianos de Alepo, y para otros también.

Nuestra tarea, como franciscanos, siempre ha sido buscar el encuentro con las otras Iglesias. Con la guerra esto ha tenido implicaciones increíbles. Siempre pienso en el abrazo entre el Papa Francisco y Kirill (Patriarca Ortodoxo Ruso), que llamó nuestra atención al hecho de que ya estamos unidos en el martirio. En medio de este mosaico de denominaciones religiosas, nosotros hacemos todo lo posible para dar testimonio de ello.

A propósito de esta unidad, ¿cuál es su mejor recuerdo de ella?

Definitivamente tiene que ser el encontrar a toda la iglesia unida en un funeral o un matrimonio. Ortodoxos y católicos llorando juntos o regocijándose por una boda, por una familia que nace a pesar de todo. Sí, es precisamente eso, el hecho concreto de sentirse unidos como hermanos.

Ayudar a Alepo significa hacer que todo esto sea posible.

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