La arqueología, pasión y amistad como puente entre culturas y religiones

Giacomo Pizzi17 mayo 2011

Sebastya

Osama Hamdan, colaborador de ATS pro Terra Santa y de la Custodia de la Tierra Santa sobre el proyecto cultural y social de Sebastia, cuenta, explicando lo qué ha vivido con los franciscanos y qué le une a esta tierra.

Mi experiencia con la Custodia de Tierra Santa en Jerusalén se inició en 1997 conociendo al padre Michele Piccirillo en el ámbito del proyecto de restauración de Hisham’s Palace. Inicialmente habíamos comenzado a trabajar sin conocernos, pero de repente nació una especie de simpatía a partir del trabajo que hacíamos juntos. Al final, el padre Piccirillo me propuso continuar trabajando juntos con él en Palestina. El Padre Piccirillo era un arqueólogo de alto nivel pero sobre todo, un hombre de una grandeza humana espectacular y de una riqueza cultural única. De él he aprendido esta profesión y he podido junto a él desarrollar el amor por los bienes culturales.

Con Carla Benelli, empezando a trabajar con el taller de Hisham’s Palace, cerca de Jericó, nos convertimos en un “equipo” guiado por el Padre Piccirillo, que es un hombre vivo y muy activo, haciéndonos trabajar y transmitiéndonos a la vez que nos guíaba, energía y entusiasmo. Eran trabajos con un alto coeficiente de dificultad, pero con el tiempo habíamos conseguido realizar nuestro sueño (al menos en el ámbito de la conservación de los bienes culturales).

Cada vez que el padre Michele regresaba a Palestina, nos llamaba para trabajar: “Venid, ¡hay mucho que hacer!”. Tenía un papel cultural fundamental, no sólo para la zona de palestina, pero también para todo el área medioriental, en la que él era el máximo experto.

En la relación con nosotros ha creado y cambiado, algo estable y duradero, sea a nivel proyectual y práctico o en nuestras personas.

A nivel proyectual ha dejado una estructura estable que nos toca continuar, a nivel humano y personal nos ha dejado una gran pasión por la restauración y por el arte, idea que se ha concretizado por ejemplo en particular en mi amor por el mosaico (cuyo interés es, para los críticos y restauradores de esta zona, una novedad absoluta). Teníamos una relación de verdadera amistad, entre profesor y alumno, condicionado por diversos sabores y de gran respeto y confianza.

La relación con Piccirillo ha sido un puente, un inicio para comunicar una relación también con los otros hermanos de Jerusalén. Si embargo, soy musulmán pero laico, no soy cristiano. Inicialmente podría haber existido algún problema pero Piccirillo nunca me hizo sentir y percibir esta diferencia. Yo antes de verlo como religioso, lo veía como figura profesional y lo estimaba como profesor y estudioso. Nuestra amistad, con todo aquello que se ha conseguido, nació de una pasión que él me ha transmitido y se ha convertido en algo común: la arqueología.