El Papa en el Líbano: una visita marcada por el ánimo y la invitación a la unidad

Giacomo Pizzi18 septiembre 2012

Benedicto XVI ha llegado  el día 14 de Septiembre en el País de los Cedros. Objetivo de la visita, además del fortalecimiento de las relaciones entre la Santa Sede y el Líbano, es la entrega de la exhortación apostólica post-sinodal, dirigida en particular a los cristiano de Medio Oriente, y que “se propone de ser un programa de marcha para los próximos años”.

Durante el discurso proclamado en Arissa, durante la visita a la Basílica de San Paulo, antes de poner la firma sobre la Exhortación apostólica post-sinodal, el Santo Padre ha afirmado:

«Refiriéndose a la situación actual de las Iglesias en Oriente Medio, los Padres sinodales han reflexionado sobre los gozos y las penas, los temores y las esperanzas en esos lugares de los discípulos de Cristo vivo. Toda la Iglesia ha podido escuchar así el grito lleno de angustia, y percibir la mirada de desesperación de tantos hombres y mujeres que se encuentran en situaciones humanas y materiales difíciles, que viven fuertes tensiones con miedo e inquietud, y que quieren seguir a Cristo, que da sentido a su existencia, a pesar de que muy a menudo se ven impedidos de hacerlo. Por eso, he querido que la trama de este documento sea la primera carta de san Pedro. Al mismo tiempo, la Iglesia ha podido admirar lo que hay de hermoso y de noble en las Iglesias de estas tierras. Queridos cristianos de Oriente Medio, ¿cómo no dar gracias a Dios en todo momento por todos vosotros? (cf. 1 Ts 1,2; primera parte de la Exhortación postsinodal). ¿Cómo no alabar vuestra fe llena de ánimo? ¿Cómo dejar de agradecer la llama de su amor infinito que vosotros seguís manteniendo viva y ardiente en estos lugares, que han sido los primeros en acoger a su Hijo encarnado? ¿Cómo no expresarle nuestro reconocimiento por los impulsos de comunión eclesial y fraternal, por la solidaridad humana manifestada sin cesar hacia todos los hijos de Dios?».

Palabras de fuerte ánimo para los cristiano del Líbano y, por extensión, de la Tierra Santa. Aquella misma Tierra en donde los franciscanos de la Custodia de Tierra Santa siguen prodigándose para mantener “viva y ardiente” la llama del amor de Dios en los Lugares en donde Él se ha encarnado.