Semana Santa

¿Cómo se vive la Semana Santa en Jerusalén?

Veronica Brocca5 abril 2022

La Semana Santa vivida en los lugares de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo es un momento muy especial. Es en Jerusalén, de hecho, donde se encuentran los lugares de la fe cristiana y no es de extrañar que cada año miles de fieles y peregrinos se reúnan aquí para seguir las numerosas celebraciones que conducen desde el Monte de los Olivos hasta el Santo Sepulcro.

Domingo de Ramos

En la mañana del Domingo de Ramos, hay un aire de celebración en Jerusalén. De las puertas de la Basílica del Santo Sepulcro salen solemnes cantos en latín. En el interior, Mons. Pierbattista Pizzaballa está sentado frente al Edículo del Santo Sepulcro, distribuyendo palmeras a los fieles e introduciendo la Misa. La penumbra de la Basílica se colorea de repente por el rojo de las túnicas sacerdotales, el azul del velo de las monjas y el verde de las palmeras. Hombres y religiosas dan tres vueltas alrededor del Edículo, sosteniendo la rama de la palma en una mano y el Evangelio en la otra.

A primera hora de la tarde, las calles de Jerusalén acogen una segunda procesión de palmeras, esta vez al aire libre. Miles de fieles y peregrinos se inundan de palmeras y desde el santuario de Betfago, el lugar donde los discípulos encontraron el burro utilizado por Jesús para la entrada a Jerusalén, se dirigen hacia la Ciudad Vieja. Todo el pueblo canta y los más pequeños bailan al ritmo de guitarras, trompetas y tambores que acompañan a la procesión. A mitad de camino, un pequeño grupo de niños canta canciones con gaitas. En ese día los cristianos no pasan desapercibidos. Durante la subida, algunos peregrinos se detienen para admirar el casco antiguo desde arriba, tomarse unos selfies y señalar al compañero de viaje los lugares conocidos. Al cantar «Hosanna in excelsis Deo», la alegre procesión reanuda el viaje hacia la Puerta de los Leones.

En la tarde del día siguiente, nos reunimos en Betania para la celebración eucarística. El hermano Francis Patton bendice los aceites, aromas y nardos que pondrá en las manos de los sacerdotes el Jueves Santo.

Los días siguientes se caracterizan por numerosas misas y procesiones solemnes.

La excepción del Jueves Santo

El miércoles, la cita para los fieles es en el Santo Sepulcro porque la tradición establece que en este día se expone y venera la columna a la que Jesús fue atado mientras era azotado.

El Jueves Santo, la Iglesia de Jerusalén entra junto con la del mundo entero en el Triduo Pascual. Temprano en la mañana, los fieles y peregrinos pueden asistir a la bendición especial de los sagrados óleos para catecúmenos, sacerdotes y enfermos frente al Edículo del Santo Sepulcro. La liturgia del día está presidida por el Patriarca Latino de Jerusalén, Mons. Pierbattista Pizzaballa, quien, al final de la liturgia, lava los pies de 12 feligreses. Es en este día, de hecho, que se recuerda el episodio evangélico de la Última Cena y el Lavatorio de los Pies.

La tradición coloca estos hechos en el salón del Cenáculo, ubicado en el Monte Sión en Jerusalén. Por la tarde, las puertas de la liturgia se abren excepcionalmente en el salón donde Jesús cenó por última vez con sus discípulos. De hecho, en el Cenáculo, propiedad del Estado de Israel desde 1948 (una tradición dice que el rey David está enterrado bajo él), no está permitido celebrar misa. La liturgia a la que se asiste es simple y esencial, pero muy intensa al mismo tiempo. Después de recitar lecturas y rodeado de fieles, fray Francis Patton bendice el agua de las jarras que utilizará para lavar los pies de otros doce frailes.

A las 21:00, la procesión se reúne en Getsemaní y celebra la Hora Santa en el Huerto de los Olivos para meditar sobre la agonía de Jesús. Dos horas más tarde, presenciamos la procesión al palacio de Caifás, que conmemora el arresto de Jesús.

La peculiaridad del Sábado Santo

El Viernes Santo, la procesión se encuentra en la Vía Dolorosa para realizar el Vía Crucis. Fieles y religiosos tocan todas las estaciones hasta llegar al Santo Sepulcro.

Por la noche, en la Basílica del Santo Sepulcro, en el lugar donde Cristo murió en la cruz, hay un cortejo fúnebre. Este es un momento verdaderamente único, porque en ningún otro país del mundo todavía tiene lugar tal rito. Se celebra asì: dos frailes quitan la corona de espinas y clavos de la estatua que representa a Cristo en la cruz y luego la colocan en el sudario. Posteriormente, el Custodio de Tierra Santa lo rocía con aceites e incienso y conduce la procesión hasta el Sepulcro. Aquì se coloca la representación de Cristo.

El sábado por la mañana, en la Basílica del Santo Sepulcro, ocurre un evento único en el mundo: a la primera luz del día, Jerusalén celebra la Resurrección de Cristo. Este es el privilegio que la Iglesia en Tierra Santa tiene cada año por razones relacionadas con el Status Quo. Todos los sacerdotes están vestidos de blanco y Mons. Pizzaballa celebra la liturgia. Después de leer siete lecturas y siete salmos del Antiguo Testamento, los frailes de la Custodia de Tierra Santa tocan las campanas en celebración. El Evangelio de pascua se proclama antes de la entrada de la tumba vacía. Como al día siguiente, el domingo por la mañana, cuando una nube de incienso saluda al Patriarca de Jerusalén de los latinos que celebra la misa pontificia. Despuès dirige la solemne procesión alrededor del edículo.

Emaús al-Qubeibeh

El pueblo de Emaús es el sitio de una de las primeras apariciones de Cristo después de la Resurrección. En Tierra Santa, los franciscanos celebran la aparición a dos discípulos el lunes de Pascua en Emaús al-Qubeibeh, en el Santuario de la Manifestación. Fray Francis Patton repite el gesto del pan partido por Jesús en memoria de su manifestación a Simeón y Cleofás.