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Custodiando los corazones en Tierra Santa, entrevista con el P. Gianantonio Urbani

Lucia Borgato2 febrero 2024

«Personalmente creo que nosotros, como estudiosos, estamos llamados a hacer bien lo que es la misión por la que hemos estado en Tierra Santa durante muchos siglos. Definitivamente para proteger los lugares, pero también y sobre todo los corazones».

El padre Gianaantonio Urbani, sacerdote de la diócesis de Vicenza con un rico currículo de estudios arqueológicos, está en Tierra Santa desde 2010. En Jerusalén enseña estudios bíblicos en el Studium Biblicum Francescanum.

¿Qué significa para usted ser profesor y arqueólogo en Tierra Santa?

La actividad arqueológica es ciertamente apasionante, pero también es muy exigente y hoy en día con las nuevas tecnologías es necesario respetar una determinada metodología. Luego está la disciplina de la arqueología topográfica, que consiste en leer los Santos Lugares, del Nuevo Testamento sin olvidar las conexiones con el Antiguo. Para mí, como profesor y arqueólogo, veo esta conexión muy fuertemente.

Hoy la iglesia recuerda la presentación de Jesús en el templo, ¿puede darnos un cuadro histórico general de este episodio del Evangelio de Lucas?

La fiesta de la presentación de Jesús en el templo es una fiesta muy importante desde el punto de vista cristiano, y lo ha sido y en parte lo sigue siendo en la tradición judía. Es la fiesta de la Luz. Hoy en las celebraciones vamos a encender una vela, simboliza la luz de la proclamación cristiana. Los versículos 22-38 del Evangelio de Lucas enfatizan dos aspectos fundamentales. El primer aspecto es dar el nombre. El segundo aspecto es presentar al primogénito en el templo. Estas son dos prescripciones que provienen del Antiguo Testamento. He aquí, pues, el importante vínculo entre la relectura de lo Nuevo o la lectura a la luz de lo Antiguo. María y José, un hombre y una mujer judíos, siguen las prescripciones dadas por la religión judía y hacen lo que hacen todos los demás padres. Jesús es consagrado a Dios como el varón primogénito. Podemos mirar este episodio por un lado por su historicidad y por otro por su significado, es decir, un gran anuncio que nace a la manera judía para un nuevo camino que es el cristiano.

¿A qué templo se refiere este pasaje del Evangelio?

Es el templo que se construyó después de su destrucción por Nabucodonosor en el año 586 a.C. Décadas más tarde, en el año 515 a.C., se reconstruyó lo que hoy conocemos como el «segundo templo», en hebreo Bet HaMikdash. Pero a medida que nos acercamos al tiempo de este episodio evangélico, el templo sufrirá grandes y suntuosos cambios por parte de Herodes el Grande, quien en el año 19 a.C. ampliará el área del templo ampliando lo que ahora es la Explanada de las Mezquitas. Por lo tanto, podemos decir que el templo que María y José tienen con el niño fue el segundo templo majestuosamente ampliado.

¿Tenemos evidencia arqueológica de la costumbre de presentar a los primogénitos al templo?

Sí, algo ha sobrevivido hasta nuestros días. Muy poca evidencia proviene de las excavaciones arqueológicas realizadas en el entorno de la zona correspondiente a la Explanada de las Mezquitas. Sin embargo, no podemos identificar con certeza el área exacta donde tuvo lugar la presentación de Jesús. El Segundo Templo fue completamente destruido por los romanos en el año 69-70 d.C.

Otras pistas provienen del camino herodiano que conducía al templo, evidencia concreta del paso de los fieles que iban a rezar. Otras fuentes arqueológicas son los restos de las tiendas donde se compraban animales para ser ofrecidos en sacrificio y, aún más interesante, tenemos el testimonio numismático del pago de estas ofrendas.

¿Qué significa esta fiesta para nosotros los cristianos?

Para nosotros, los cristianos, esta fiesta no se limita a una ofrenda. Sin embargo, Jesús sigue siendo judío y, como primogénito varón, está consagrado a Dios de acuerdo con la ley. Pero en la tradición cristiana, particularmente en el período bizantino, esta fiesta adquirirá un nuevo significado. Concluye el tiempo de la Navidad de luz, del nacimiento del Salvador, y por eso se enciende una vela para recordar que Jesús es la luz de las naciones, la luz para iluminar a los pueblos. La vela que encendemos simboliza la luz que traemos cada vez que damos testimonio de las buenas nuevas de Jesús el Salvador. Las palabras de Simeón: «Mis ojos han visto tu salvación, preparada por ti a los ojos de todas las naciones, una luz para revelarte a los gentiles» (Lc 2,22-40) son muy fuertes. El Cristo del Señor es el ungido de Dios, es decir, el Mesías del Señor, aquel a quien Dios ha preparado para la salvación de los hombres. Por eso a veces digo que el cristianismo no es tanto una religión, sino que es un camino que ilumina a los que encontramos y que nos ha iluminado para que nosotros a su vez podamos llevar la luz.

A la luz de los dramáticos acontecimientos que afligen a Tierra Santa, ¿ve un camino, una posibilidad de paz, de conocimiento mutuo a través de los estudios arqueológicos y de la cultura en general?

Personalmente creo que nosotros, como estudiosos, estamos llamados a hacer bien lo que es la misión por la que hemos estado en Tierra Santa durante muchos siglos. Ciertamente, para proteger los lugares, pero también y sobre todo los corazones. Esto no es un eslogan. En el momento en que vamos a custodiar un lugar, lo estudiamos, le damos prestigio, no podemos olvidar la humanidad que allí vive. Es importante trabajar con las personas que viven en estos lugares, ya sean cristianos, porque son nuestros hermanos y hermanas, ya sean de otras religiones. Pienso en el Islam, cuyos fieles son nuestros vecinos de la Vía Dolorosa de Jerusalén, pero pienso también en el judaísmo, que, sin embargo, sigue siendo la raíz sagrada de nuestro camino cristiano.

Cultivo la palabra «esperanza». Es importante que la presencia de los cristianos en Tierra Santa no disminuya, porque creo que desempeñan un papel de pacificación entre las diferentes partes. Sin embargo, reparar las relaciones requiere un salto de coraje por parte de las personas que ahora están en puestos de responsabilidad. Hasta ahora, la violencia y las armas han hablado, creando una división cada vez más marcada. Tierra Santa siempre ha vivido momentos dramáticos, pero esto no debe hacernos olvidar que hay un mañana en el que podemos unir a las personas, los corazones y tratar en la medida de lo posible de hacerlos dialogar. Uno de estos diálogos es también la cultura. Ya hemos visto demasiada violencia, ahora necesitamos un tiempo de luz, tenemos esta esperanza.