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El maratón cotidiano de Eva en contra de la obscuridad

Amy Rodriguez25 junio 2021

Eva, la secretaria de la oficina de Pro Terra Sancta en Damasco, está sentada frente a su escritorio teclea con rápidez en el teclado de la computadora. Ella está corriendo un maratón contra el tiempo: muy pronto la batería de la laptop estará baja pero hay que mandar el correo electrónico. 

Por ella, nuestro equipo y toda la población es importante comunicarle al mundo lo que está ocurriendo, en que condición están viviendo y trabajando debido a una crisis energética sin antecedentes. 

Debido a las sanciones ya no hay electricidad, ya no hay luz. La vida de todos cambió: “el 80% de la población renunció a todo con tal de sobrevivir”, nos cuenta Eva. 

No es solamente una emergencia de luz: faltan agua y gas

La falta de luz y la imposibilidad de utilizar los electrodomésticos se lleva otros problemas muy graves: “el agua es la cosa más importante que nos falta debido a la electricidad”, sigue comentando Eva. Nos explica que cada noche están despiertos para mantenerle activa a la bomba que le lleva el agua al hogar.

A veces Eva tiene que esperar dos horas antes de ver las primeras gotas, y si llega el agua, ella ya sabe que se utilizará para llenar la bañera en la que, por turnos, los miembros de la familia se bañarán, para el higiene diario y lavar la ropa. En otros momentos el agua no llega durante 4 días. 

La alimentación sufrió cambios radicales: los tanques de gas son muy raras, se venden a precios muy altos, y hay que esperar que llegue la electricidad para usar los hornillos de inducción y el hervidor de agua.

 “Se necesita un día entero para cocinar un simple plato tradicional”, escribe Eva, y hay que internar comerlo rápidamente porque no podemos encender la heladera, que ahora utilizamos como si fuera una alacena”.

Soledad y depresión: los efectos secundarios de la obscuridad 

Luego viene la obscuridad. Muy pocos pueden comprar una pequeña batería para iluminar un cuarto. Los efectos físicos y psicológicos de la falta de luz están empezando a manifestarse con toda su potencia y negatividad. 

 “Mi madre anciana empezó a tomar antidepresivos”, confiesa Eva, “tiene dificultad en moverse y pasa mucho tiempo sola en casa. Ahora ya no tiene la radio y la televisión para hacerle compañía. Muchas personas, sobre todo las amas de casa, sufren por esta condición”.

La hija de Eva es adolescente, y ya que se cerraron los colegios con gran anticipación, pasa sus días leyendo y dibjujando, pero debido a la obscuridad, su vista se volvió muy débil. 

Además, todas sus pinturas están en blanco y negro. Ya no existen los colores en la vida de esta jóven mujer.

Trabajar sin electricidad

La parte más frustrante de la nueva rutina diaria de Eva es el trabajo. Desde que entra a la oficina a las 7, Eva tiene media hora para cargar el teléfono y la laptop, después, hasta las 12, no hay electricidad. 

Imprimir, sacar copias y mandar correos electrónicos son actividades que solamente se pueden realizar en 2 horas. De las 2 de la tarde a las 6 y media de la tarde ya no es posible trabajar. 

Los frailes ya no logran comprar la gasolina que le podría alimentar el generador para el convento y la oficina. Solamente se puede confiar en la red eléctrica nacional, y eso, para Eva y sus colegas, significa quedarse en la oficina después de las 7 y en los fines de semana.

Un maratón contra el tiempo

 “Llevamos una vida caótica. Estamos perdiendo el coraje, la alegría y el futuro. Siempre pensamos en cuando podremos tener agua, calentar la comida, recargar la baterías, y quizá encender la lavarropas…” .

Eva solamente desea cocinar y utilizar la lavarropas, dos de las tantas tareas domésticas que aquí muchos consideran molestas. 

 “La batería de mi computadora está baja. Ahora tengo que irme”, escribe Eva. Su correo electrónico se podría firmar “Siria: un país entero tiene la batería baja y vive en la obscuridad.
Solamente bastaría levantar un interruptor. Bastaría encender una luz en Siria