Entre los ancianos de Belén

Giacomo Pizzi11 noviembre 2010

Entre los ancianos de BelénA continuación se presentan historias ocurridas en Belén. El compromiso diario en las actividades de cuidado y prevención que ofrece la Franciscan Social Service Office de la Custodia de la Tierra Santa, con el apoyo de ATS pro Terra Sancta a través del programa para ancianos “Belén y los ancianos”, es esencial en el sistema palestino, con una completa escasez de asistencia pública y social. Algunas veces incluso se trata de la única forma de supervivencia.

M. nació el 21 de septiembre de 1946 en una familia con 5 hijas. Ella tuvo un hermano gemelo durante unos pocos días, el hijo que sus padres siempre habían deseado. Ambos tenían problemas de salud y desgraciadamente el hermano pequeño murió: la familia acusó a la niñera de ser la causante de su muerte, de ser una maldición para la casa. Cuando tuvo un año y medio, la mandaron a un convento en el Líbano, donde vivió durante 20 años. Durante toda su vida ha trabajado como voluntaria en organismos sanitarios y sociales. En 1999 se convirtió en paciente de la Sociedad Antoniana, se sometió a varias operaciones de la cabeza, le extirparon el útero y le diagnosticaron cáncer de tiroides. Continúa en la Sociedad Antoniana y, cuando puede, ayuda a las monjas a cuidar de los pacientes porque, según dice, “vivir para los demás me hace sentir como en casa”.

S. nació en una Buena familia, trabajo como sastre y nunca se casó. Ella tiene 78 años, pero su gran ambición, dice en broma, es encontrar marido, ¡porque nunca es demasiado tarde! Hace seis años comenzó a perder la vista a causa de una infección en el ojo que los médicos no pudieron curar y se quedó ciega. Su familia no podía permitirse cuidados privados y decidieron ingresarla en una residencia de ancianos, siendo desde entonces paciente en la Sociedad Antoniana. Entre lágrimas afirma que no le gusta su vida porque se siente abandonada: nadie de su familia acude a visitarla. Solo una nieta va muy pocas veces con algo de fruta: es el momento más feliz para S.

Desde que era una niña, M. quería ser monja, así que se mudó desde Ramala a Jerusalén para ingresar en un convento. Cuando cumplió 20 años, sus padres se divorciaron y M. decidió abandonar el convento de manera temporal e irse a vivir con su padre, que estaba solo en su casa. Siempre vestía hábito de monja, aunque nunca se ordenó. Tras la muerte de su padre, solicitó volver al convento, pero al rechazaron, así que se fue a Belén y comenzó a ayudar a las personas mayores que, para no estar solos, le daban un hogar. Cuando murió una anciana que la había acogido durante un año, sufrió una experiencia terrible que afectó profundamente su vida: la familia de la anciana la echó y M. se convirtió en una indigente. Esta vida en las calles y el medio constante a que abusaran de ella la volvió loca. Un día, un sacerdote vio una mujer vestida como una monja y decidió ayudarla. Al principio, estuvo en un hospital psiquiátrico y cuando mejoró la llevaron a la Sociedad Antoniana, donde ha vivido durante los últimos 6 años. Continúa sufriendo ataques de pánico y ha intentado escapar de al residencia muchas veces. Ahora tiene un gato que ella trata como si fuera un hijo: cuidar de su gato la hace sentirse mejor.

Anna Colombi, voluntaria de ATS pro Terra Sancta en Belén