La pileta de Bethesda y la iglesia de Santa Ana: sigamos las huellas de Jesús y María

Amy Rodriguez16 septiembre 2021

Al final de la vía dolorosa, a pocos pasos de la Puerta de los Leones, hay una puertita de madera que lleva a un jardín frondoso, con grandes árboles y capiteles antiguos, repartidos a su alrededor como un adorno. 

Nos espera el Padre Pol, quien fue misionero en África durante muchos años, y hace varios años vive y cuida el complejo de Santa Ana, una gran iglesia de la época cruzada con al lado un seminario y un yacimiento arqueólogico entre los más importantes de Jerusalén: las piletas de Bethesda.

Pol viene de Bélgica, forma parte de los Padres Blancos, una congregación misionera fundada en Argelia por el Cardenal francés Lavigerie, cuyos rasgos son la blanca túnica y una misión muy específica: evangelizar a los pueblos de África Occidental. Ellos gestionan la iglesia y el yacimiento, pero una vez al año, en el día de la Natividad de María, ahí en el templo los francicanos celebran la misa siguiendo la liturgia en francés. La acústica de la iglesía es extraordinaria, se lo aseguramos, y es sin duda una experiencia que hay que vivir. 

Logremos que la Biblia sea tangible

Pero los cantos solemnes ya son un recuerdo. El Padre Pol, con su bastón y su sombrero de ala ancha, un anciano y vivaz explorador, nos lleva al depósito del museo donde se conservan las ruinas encontradas durante las excavaciones arqueológicas. 

Hay varios osarios de piedra adornados por hábiles escultores, dos sarcófagos bizantinos de plomo decorados con cruces, exvoto que representan partes del cuerpo, y con una sola mirada es posible leer toda la historia del lugar sagrado. 

 “La finalidad de todas nuestras investigaciones en este lugar es una sola: “lograr que la Biblia fuera más tangible”, – nos explica el Padre Pol mientras enciende una vieja lámpara de escritorio y comienza a leer un artículo sacado de las cuatro grandes pilas de libros que nos preparó como bibliografía. Evitamos mencionarles nombres, fechas de publicación y anotaciones científicas. Solamente les decimos que, desde el comienzo de las investigaciones en 1865, con las restauraciones y las excavaciones arqueológicos dirigidos por Monsieur C. Mauss, hasta 2002, se dijo y se publicó una gran cantidad de informaciones, sobre todo hablando de las piletas de Bethesda. 

¿Hay una o dos piletas?

Hablamos de piletas en plural, y no es un error. El valle donde se levanta el complejo de Santa Ana hace tiempos inmemoriales, se utiliza para recolectar las aguas pluviales, y se le identifica como el sitio de la “pileta probática”, descrita en el Viejo Testamento. “Es probática porque se utiliza para lavar los corderos que pasaban por la Puerta de la Ovejas aquí cerca y servía para los sacrificios en el Templo”, nos explica el Padre Pol. “Probates”, en griego significa “ovejas”. 

San Juan Evangelista nos comenta que, en ciertos momentos, un ángel bajaba hacia la pileta y sacudía el agua. Después, el primero en bañarse, se sanaba de todo mal. De hecho, Bethesda significa “casa de la Misericordia”, y justamente los inválidos buscaban misericordia y sanación, cuando se juntaban aquí en las dos piletas. 

No es fácil entender cual sea la pileta probática y cual la de Bethesda o si son distintas, pero el único dato seguro es que las dos piletas, monumentalizadas en la época de Herodes el Grande, (I siglo a.C.), se construyeron al mismo tiempo, lo confirman los arqueólogos. 

De pileta a templo pagano

Los dos estanques están separados por un gran dique con unos canales, que cada tanto se abrían y le metían al agua pura dentro de las piletas para los baños rituales. Este rasgo podría explicarnos por qué Juan habla de “agitación” del agua. 

También los romanos creían que el sitio fuera milagroso, y tras la refundación de Jerusalén como Aelia Capitolina de parte de Adrián, ahí se construyó un templo dedicado a Serapis, o Esculapio, el dios pagano de la curación. En el templo, situado por debajo de la basílica bizantina, se encontraron una columna decorada con una serpiente, el símbolo de Esculapio, que hoy todos nosotros vemos en la farmacia, y varios exvoto. El más lindo de éstos quizá sea un pie derecho con una dedicatoria en griego: los peregrinos venían desde lejos para curarse. 

La basílica bizantina 

En la época cristiana, arriba de las piletas se construyó una basílica con un gran atrio de mosaicos, suspendido encima de las aguas gracias a cuatro pilares. “¡En aquella época éste debió ser un proyecto arquitectónico sensacional!”, afirma emocionada nuestra guía, indicando las piezas del mosaico que aún se pueden ver. también el Martyrion situado en el norte de la basílica, está finamente decorado, y sirve para guardar las reliquias más preciosas. El Mosaic Centre de Jericó realizó una fiel reproducción del piso colorado, y ahora es parte de la nueva sala de oración, colocada detrás de la iglesia. Es en el VI siglo d.C., cuando nace la tradición, demo strada por el protoevangelio de Santiago, que remonta al II siglo d.C., y cuenta que la casa de Ana y Joaquín se encontraba aquí, no muy lejos de las piletas. 

¿Dónde está la verdadera pileta de Bethesda?

Poco tiempo después, con la invasión persa del año 614, la basílica que recuerda el milagro hecho por Jesús y los orígenes de María, quedó muy dañada. 

Solamente se reconstruyó una nave, y en la época siguiente, los cruzados transforman la gran basílica en un convento con una cripta y dos cisternas cubiertas por una bóveda con cinco arcos, recordándole a Juan: “Hay en Jerusalén, junto a la Puerta de las Ovejas, una pileta, llamada en hebreo Betzaedad, con cinco pórticos”.

 “Los católicos griego-ortodoxos no tienen dudas”, afirma Pol guiándonos hacia las cisternas con una antorcha, “y cuando alguien quiere ver la pileta de Bethesda acude directamente hacia aquí”. Abajo sigue habiendo agua y la sola linterna no sirve para vere l fondo de la cisterna, ubicada 35 metros más allá. 

La iglesia de Santa Ana

Es tiempo de volver a subir y visitar la iglesa románica construida sobre la casa de Ana y Joaquín, situada en la cripta debajo del ábside, al cual los fieles podían acceder con una escalera también durante el reino de Saladino, la época en la que la iglesia servía de madrasa, la escuela de la ley coránica. 

En la fachada, con adornos orientales, aún podemos leer la dedicación en árabe. Por este edificio, pasaron muchísimas mujeres famosas, además de Ana y María, ya que Arda, la princesa armenia mujer de Balduino, fundó una capilla, y Melisandra, hija de Balduino, y reina de Jerusalén, convirtió el lugar en un convento de monjas. Una pequeña curiosidad: dichas monjas eran dueñas de unas tiendas de la ciudad, y hoy también abriendo los ojos, es posible ver unas pietra angular con la escritura “Santa Ana”.

El entorno austero y majestuoso de la iglesia, nos hace recordar bien su pasado glorioso, cuando fue lugar de sanación, y un sitio donde ocurrió un verdadero milagro relacionado tanto con la vida de Jesús, como con la de María. 


Un saludo veloz a nuestro guía excepcional y volvemos a ver los tuk tuk que corren por la vía dolorosa, aquí en la ciudad santa, donde es imposible no seguir las huellas de Cristo, y cada piedra nos cuenta una historia de fe. Sólo hay que mirar y escuchar.