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Los cristianos de Jerusalén y la esperanza de una casa nueva

Giacomo Pizzi15 febrero 2018

“Nunca he dejado mi casa”. Rosa. 73 años. Hoy vive sola en una casa antigua de la ciudad vieja de Jerusalén. “Desde hace más de cien años mi familia siempre ha vivido aquí y estas paredes son todo para mí”. Había numerosas infiltraciones de agua y Rosa solía utilizar cubos para recoger el agua de la humedad que bajaba por las paredes. “Era insoportable”, cuenta Rosa cuando se dirigió a la Custodia de Tierra Santa. Con el proyecto Nuestra casa Jerusalén y Belén y con la ayuda de ATS pro Terra Sancta, los franciscanos ayudan a las familias católicas de la Ciudad Vieja de Jerusalén mediante intervenciones de reforma y consolidación de las casas más antiguas.

El precio de estos trabajos suele ser insostenible para las familias. Por eso, la Oficina Técnica de la Custodia lleva a cabo reformas domésticas y crea lugares nuevos para asignárselos a las familias más necesitadas. “Estas casas cerca de los Lugares Santos -explica fra Sergey Loktionov (Director de La Oficina Técnica) – y la comunidad que vive aquí, representan el corazón palpitante de la ya pequeña comunidad cristiana católica de Jerusalén. Sin ellos, la Jerusalén cristiana habría dejado de existir. Por eso se les ayuda a permanecer”.

Durante los trabajos suelen descubrirse tesoros escondidos de una historia milenaria. Debajo de la casa de Rosa, por ejemplo, “hay habitaciones que hoy están abandonada. Algunas, incluso, de la época de las cruzadas y estamos pensando en reformar y aprovecharlas”, como explica Issa, el jefe de obra. “¡Una vez, en una de estas habitaciones hemos encontrado incluso una tumba de la época de los cruzados!”.

La Jerusalén Vieja, de hecho, es una ciudad destruida y reconstruida multitud de veces y por eso es fácil encontrar casas enteras debajo del estrato actual. Puesto que no es posible construir nuevas casas en la Ciudad Vieja, algunas de ellas se aprovechan para construir más habitaciones para familias numerosas o para acoger a otras familias. La Custodia alquila nuevas casas a familias a un precio mucho más bajo para incentivar a volver y a quedarse junto a los Lugares Santos.

Es el caso de la familia Abdnur. Feliz con sus tres hijos, Minoda, Farid, Josafin, Yussef se ha trasladado a la ciudad vieja desde Shu’ Afat (Jerusalén este, en la ciudad nueva), donde vivía de alquiler en una casa pequeña. “El alquiler era demasiado alto y, aunque tenía un buen trabajo en el hospital (el hospital de Hadassah) me veía obligado a pedir ayuda a mi familia y a mis amigos”, cuenta el joven. Gracias a las ayudas, la situación de su familia ha mejorado. Un pequeño almacén subterráneo se ha agrandado y se han sacado tres habitaciones, de entre ellas, una cocina preciosa. Yussef está muy agradecido y da gracias cada día por habérsele brindado esta ocasión.     

También Joana acaba de volver a vivir a la Ciudad Vieja, justo al lado de donde nació. Desde hace dos semanas vive aquí con su marido Hassan y sus cinco hijos, a dos pasos del suq, en pleno barrio musulmán. Ella es católica pero como muestra el apellido Sahagian, su marido es cristiano armeno. “Durante tantos años -dice Joana- hemos vivido en una casa muy pequeña. ¡En una única habitación vivíamos siete personas!”. Ahora Joana ha obtenido una casa nueva y espaciosa. “Gracias a vosotros por haberme ayudado tanto con las obras de reforma. De la decoración e iluminación se encarga mi marido”. Lo más bonito para ella es haber vuelto cerca de su madre que vive allí, frente a ellos, en otro complejo de casas de la Custodia erigido entorno a uno de tantos Hosh (gran patio) típico de las ciudades antiguas de Tierra Santa.

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