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Servicio Civil en Jerusalén: el cuento de Nando al final de esta experiencia

Giacomo Pizzi1 febrero 2013

Esta semana termina la experiencia de Servicio Civil para los cuatro jóvenes italianos que, en este año, han sido involucrados en diferentes maneras en los proyectos de ATS pro Terra Sancta, gracias a un acuerdo con la Universidad de Bari. Pusieron en juego sus competencias y sus conocimientos, pero, sobre todo, aprendieron mucho, y regresan a casa enriquecidos por una experiencia humana y profesional única. Sigue el cuento de Nando Gizzi,  involucrado en la Oficina Técnica de la Custodia de Tierra Santa, en el ámbito del proyecto “Narrar la Historia de Tierra Santa”.

Aprender el servicio, como ideal de la vida

“Este ha sido un año de grandes descubrimientos  y de grandes crecimientos, sobre todo porque he aprendido que trabajar exige una disponibilidad total hacia lo que pasa, un estar listo para decir “si” y acoger también los imprevistos como una posibilidad positiva en medio de la jornada. Ha pasado a menudo, de hecho, en este año, que me despertaba con una determinada idea en la cabeza de lo que yo tenía  que hacer, y luego, al llegar a la oficina, esta idea quedaba completamente trastornada en frente a nuevas necesidades, urgencias o emergencias que surgían entretanto. Casi cada mañana me encontraba que tenía que revisar programas y proyectos iniciales para responder a nuevas prioridades: no ha sido siempre sencillo, a menudo se trataba de una lucha entre la aceptación completa de esa novedad que me venía solicitada en aquel instante y una resistencia, un apego a mi medida y a lo que tenía en la mente yo, y no faltaron momentos en los cuales, en esta “lucha” cotidiana, no me he sentido aplastado, derrotado o frustrado. Pero, a lo largo, en el tiempo, me he dado cuenta de haber sido completamente adaptado a esta disponibilidad, educado a esta apertura, y de haber aprendido que “servir”, es decir, ponerse verdaderamente al servicio del otro, de lo que te está en frente, de lo que pasa, según mis capacidades, mis intereses y mi humanidad, es verdaderamente el ideal de toda la vida. Sin embargo la fortuna ha sido  trabajar aquí, en Jerusalén, en un lugar donde cada piedra me ha recordado y testimoniado que este ideal se volvió real, se volvió “carne”, de cuando, más o menos hace 2000 años, Dios decidió volverse  hombre y  eligió ponerse Él primero, a mi servicio”.