Un mes en Belén, para vivir con los pequeños de la Tierra Santa

Giacomo Pizzi2 octubre 2012

Cristina, que tiene un poco más de veinte años, ha pasado un mes con los niños de Belén, apoyando a las hermanas del jardín infantil de la Sociedad Antoniana y a las hermanas del Hogar, las cuales dirigen una casa para niños discapacitados. Estos niños son también apoyados por ATS pro Terra Sancta a través del proyecto “Belén: ayude a los niños”. Cuando volvió a su casa, pensando de nuevo en la experiencia vivida, Cristina nos escribió, expresándose así:

“Quería vivir un poco de tiempo en Belén, para entender algo más sobre la situación de Israel y Palestina. Después de haber leído varios artículos y libros, quería probar a mirar este contexto un poco más, entrando en él, viviéndolo y explorándolo. Y me parecía que, buscar al mismo tiempo de ser un apoyo – para lo poco que se puede hacer en un mes, tiempo apenas suficiente para insertarse que ya llega la hora de partir de nuevo -, pudiese entregar valor adjunto al viaje, ayudarme a detenerme sobre las personas y a quedarme con ellas. Por este motivo había escrito a la hermana Lucia del Caritas Baby Hospital, que después me ha orientado a ATS pro Terra Sancta. Tenía muchas ganas de hacer esta experiencia, había pensado varias veces en cómo habría sido, pero no sabía lo que me esperaba…

Llegando a Belén, al principio, todo ha sido una descubierta, un maravillarse y también un indignarse por la cárcel, por todas las familias divididas por la muralla, por el control de Israel sobre el agua, por los colonos…y también por todas las contradicciones internas a la sociedad palestina. En manera demasiado superficial y rápida, en Italia, se reparten palestinos e israelitas entre buenos y malos, o lo contrario. Me di cuenta que es difícil y también equivocado intentar de dar un juicio, mientras que yo vivo en un lugar en donde estoy bien  y tengo todo lo que necesito e incluso más, ciertamente hay muchos problemas, pero de otra dimensión.

El trabajo en el jardín infantil, conducido por las hermanas de la Sociedad Antoniana, me ha gustado mucho. Yo daba una ayuda simple: jugaba con los niños, les daba de comer o les cambiaba de ropa. Las educadoras han sido muy gentiles conmigo, a ellas yo les parecía tan joven y así me cuidaban. Las dos más jóvenes hablaban solamente árabe y también esto ha sido bueno: logramos comunicarnos, a través de mis pocos conocimientos de árabe clásico y a través de gestos. Me han permitido entender como ellas viven, las dificultades, las diferencias. En general, en la Sociedad Ambrosiana (en donde Cristina encontraba también alojamiento), me sentí pronto como a casa: las hermanas me  tenían en sus corazones y yo me he encariñado enseguida.

Y finalmente la experiencia en el Hogar, donde las hermanas del Verbo Encarnado se ocupan de niños discapacitados. Para mí esta ha sido la experiencia que más me ha costado y que, sobre todo al principio, me ha llevado a la crisis. Pero es la que ahora, que volví a mi casa, se queda más en mi corazón y quiero detenerla conmigo. Cuando estaba en este lugar había siempre mucho que hacer, los niños estaban inquietos, las hermanas siempre ocupadas y yo, al principio, ni siquiera sabía dónde poner mis manos, no entendía que era lo que necesitaban los niños, como podía estar con ellos, como podía ayudar. Nunca había pasado tiempo con discapacitados tan graves y me daba mucha pena, me sentía triste e incapaz al verlos así tiernos y así encerrados por la enfermedad, algunos abandonados por los padres, otros que “enloquecían” por cosas simples. Pero, después del abrazo de algunas hermanas o de otros gestos sencillos, los niños volvían a sonreír y estaban bien. Yo miraba las muchachas más grandes, pensando en la vida entera que ellas han vivido en este lugar, enriqueciendo sus experiencia, pero también viviendo tanto sufrimiento… intenté querer a los niños, aunque a veces me daban rabia y en estos momentos me sentía decepcionada de mi misma porque creía ser una persona más buena y más capaz de entregarme a un servicio. Siempre me preguntaba como hacían las hermanas del Hogar para volver a comenzar todos los días y a entregar cada día amor, sin que fuese un peso, aunque todas las noches están muy cansadas… ¿es su fe la que las ayuda a tener esta actitud?

Por mi cuenta, intenté ayudar a estos pequeños de Belén, y me di cuenta, regresando a mi casa, que de verdad es mucho más lo que he recibido en este mes transcurrido en la Tierra Santa respecto a lo que he podido donar.”