Un museo que narra la Tierra Santa: testimonio de una voluntaria

Giacomo Pizzi1 marzo 2011
Museum

Un número extraordinario de peregrinos invade Vía Dolorosa y los Lugares Santos. Algunos también empiezan a asomarse a la puerta del Museo que normalmente está cerrada, y se asombran cuando se dan cuenta de que se puede entrar. Curiosos, distraídos, devotos, expertos, por fin el Museo está abierto a todo el mundo.

Creado desde hace más de un siglo y enriquecido en el ‘900 con los extraordinarios descubrimientos de las excavaciones conducidas con tenaza y pasión por los arqueólogos franciscanos, este patrimonio de la historia, de la cultura y de la fe empieza a ser accesible a todo el que visita la ciudad.

La disponibilidad de los Padres responsables del Museo, preparados para responder a las peticiones de los visitantes, ahora se ha hecho estable. Gracias a la presencia de voluntarios, la apertura está garantizada 5 días a la semana por las mañanas y tardes, y esperamos que pueda continuar. Son muchas las reacciones positivas registradas durante los primeros meses, sobre todo de los guías que exprimen sorpresa y satisfacción: “Vengo aquí desde hace treinta años y siempre he visto la puerta cerrada.”, “Nunca he entrado dentro. Y ahora que lo he visto traeré mis grupos”, “Tenéis cosas muy importantes.”

Es un nuevo paso, relevante, pero es sólo el principio. Mientras se intenta hacer más claro el recorrido añadiendo explicaciones e informaciones a las piezas en exposición, seleccionando vitrinas y verificando los contextos de pertenencia, continúa la importante tarea de catalogación digital de todo el inventario. Es otra ocasión de encuentro, de diálogo, de comunicación entre el público y los adeptos a los trabajos (arqueólogos o expertos en conservación de bienes culturales) que, mientras trabajan en la base de datos, responden encantados a las preguntas e ilustran los objetos. Los visitantes más afortunados son guiados por el Director del Museo, padre Alliata, en una visita que es siempre nueva e imprevisible, y profundiza, dependiendo del interlocutor, en una variedad infinita haciendo hincapiés y profundizaciones diferentes, sin descuidar los intereses de nadie.

Esta puerta abierta crea curiosidad, a veces la confunden con un Centro de Informaciones y recoge peticiones de todo tipo a las que la pobre voluntaria responde como puede. Los visitantes son de todo tipo, nacionalidad, religión y cultura: grupos de hebreos súper organizados fascinados por la vieja y elegante farmacia de San Salvador (algunos quieren saber sobre el legendario Bálsamo de Jerusalén…), turistas que, con la guía en mano quieren visitar la casa de Pilato, peregrinos rusos que imploran una explicación en su propio idioma, delegaciones de prelados, expertos arqueólogos que no esconden su entusiasmo. Un turista peruano junto con su madre no sabía qué era el Santo Sepulcro, dos Mohammed de 12 y 13 años han observado con gran seriedad cada una de las vitrinas del museo exprimiendo comentarios (presumiblemente) favorables, los estudiantes del Studium entran y salen con desenvoltura, a veces con una cámara de fotos o una dispensa en mano.

En este museo la profesionalidad apasionada de generaciones de estudiosos franciscanos se puede encontrar ahora con la simple sed de conocimiento, de concreción, de verdad histórica de tantos hombres y mujeres que van a Jerusalén, centro del mundo.

Testimonio de Lella Faberi, voluntaria ATS pro Terra Sancta

ATS pro Terra Sancta, la ONG de la Custodia de Tierra Santa, sostiene la creación de un centro de museos en Jerusalén a través del proyecto “Narrar la Tierra Santa”. Se trata de una iniciativa lanzada por el Custodio de Tierra Santa, padre Pierbattista Pizzaballa, para promover un conocimiento documentado de la historia de la cristiandad en estos lugares e informar sobre la experiencia de la presencia franciscana y sobre la obra desarrollada actualmente por la Custodia: un proyecto finalizado a registrar, archivar y conservar un patrimonio secular. Con el objetivo final de sostener no solamente las “piedras vivas” de la Tierra Santa, si no de conservar también las “piedras de la memoria”.