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La carta enviada por las hermanas trapistas que viven en Siria

Giacomo Pizzi26 septiembre 2013

A continuación, publicamos la hermosa carta enviada por las hermanas trapistas que viven en Siria, cerca de Tartous (al oeste de Siria, cerca de la frontera con Líbano) a su Orden. Palabras llenas de espíritu que piden seguir rezando por la paz y activarse para que los hermanos sirios sientan nuestra cercanía.

Azeir, 6 de septiembre de 2014

Queridos hermanos y hermanas,

En este momento, a invitación del Papa, todos los corazones están vueltos hacia Siria y los sufrimientos de su pueblo. Queremos, ante todo agradecer vuestras oraciones y vuestro apoyo que nos han acompañado estos dos últimos años, cuando nos escribíais directamente u os dirigíais a Valserena. Vuestra oración es para nosotras la roca sólida que ha hecho estable nuestra casa y ha permitido experimentar la comunión con la Orden. Perdónennos por no haber casi nunca podido responder ni dar noticias: Hemos quedado casi un año sin acceso a internet y sin teléfono, también durante unos meses. Así mismo hemos dejado durante un tiempo las crónicas aunque contamos con reanudarlas pronto. Estamos bien. Durante todos estos últimos tiempos la providencia indefectible del Señor nos ha acompañado de una manera asombrosa y por ello damos muchas gracias. Permanecemos verdaderamente serenas, aún dentro de una profunda tristeza ante todo lo que está sucediendo en este país y a este pueblo.

Nunca se nos ha pasado por la mente la idea de abandonar Siria; más bien estamos cada vez más convencidas que es una verdadera gracia para nosotras el encontrarnos aquí en este momento. Nuestra comunidad de Valserena, nuestro Padre Inmediato y la REM nos sostuvieron en nuestra decisión de no abandonar y por ello les estamos muy  agradecidas. Se ha creado un lazo muy fuerte con nuestro o pueblo (y no solo con él, sino con todos, cristianos y musulmanes; los niños nos saludan cuando pasamos con nuestra camioneta  y los vendedores de gasolina a lo largo de la carretera; los comerciantes de Tartous, donde vamos a veces a hacer las compras; los militares en los puestos de control que nos preguntan: “Entonces, ¿Se quedan? Es un lazo muy fuerte, un compartir absoluto la impotencia frente a esta guerra que nada tiene que ver con la libertad de los sirios y que se les ha venido encima (desgraciadamente al precio de la vida de tantos y tantos matados tan atrozmente) No queremos hacer aquí comentarios sobre el conflicto sirio. ¡Tendríamos que decir tantas cosas! Hoy, quien quiere informaciones, las puede encontrar de todos los colores, incluso bien diferentes, de esta visión única que ha sido dada al comienzo, sin una mirada crítica. Los Patriarcas hablan, los obispos también, los imames, los hombres instruidos pero también los ciudadanos de a pié que pertenecen a confesiones diversas o incluso a formaciones políticas opuestas. Estos últimos días, hemos estado muy solicitadas para intervenir en los medios de comunicación italianos, y evidentemente no nos hemos hecho de rogar. La situación es grave y las palabras del Papa nos animan a hacer todo lo posible para que se pueda tomar el camino de la paz.

Deseamos deciros tres cosas. La primera : Ha habido verdaderamente un sinfín de mentiras a  propósito de Siria. La segunda : La verdadera división, hoy en Siria, está entre los que aceptan el camino de la violencia, de la barbarie y los que , por el contrario, quieren a toda costa la paz y una cohabitación pacífica. Esta elección de la paz une a cristianos y musulmanes e incluso a musulmanes de diversas confesiones (chiitas, sunitas, drusos…). La tercera : Hagan todo lo posible para animar a que se tome el camino del diálogo y de la paz, incluso aunque parezca difícil.

Todo este tiempo, incluso en el corazón e la guerra, hemos podido llevar una vida monástica regular. Es increíble pero aunque la vida en el interior del pais esté paralizada, se perciben signos de vida alrededor de nuestro monasterio : una nueva relación con la diócesis Maronita en la que estamos integradas y con el nuevo Obispo Monseñor Elías Sleiman. Cuando vamos a Tartous, el obispado maronita es para nosotras como nuestra casa : El obispo nos invita a encuentros diocesanos (hace dos o tres meses participamos en un encuentro entre clérigos y religiosos sobre formación litúrgica) nos anima sobre todo a dar a conocer un poco más nuestra vida monástica organizando jornadas de espiritualidad, especialmente para jóvenes con inquietud vocacional que desean conocer nuestra vida Hay cada vez más religiosos y sacerdotes que estrechan lazos de amistad con el monasterio.

Evidentemente la construcción del monasterio propiamente hablando que debiera haber comenzado hace dos años, se paralizó cuando los disturbios comenzaron a ser importantes. De todas formas hubiera sido imposible hacerse con material de construcción a causa de las restricciones. Incluso ahora no se encuentra nada o bien lo que hay es de mala calidad. Hemos podido mantener la obra siempre abierta, dando trabajo a una docena de obreros e incluso más a veces, lo que es una suerte. Los obreros que trabajan con nosotras son tanto cristianos como musulmanes. Estamos completando lo que se había comenzado y sobre todo hemos trabajado mucho las diez hectáreas de terreno de la propiedad : drenajes, muro de piedra, olivar, cultivos, jardines, irrigación por goteo, Hemos comprado así mismo un tractor y algunos aperos agrícolas.

Gracias a la ayuda recibida de Valserena, proveniente de amigos y numerosas personas que desean ayudarnos, hemos podido dar ayuda en alimentos  y productos de primera necesidad a algunos pobres de los pueblos de alrededor y a amigos de Alepo que se encuentran en situación desesperada. Hemos podido así mismo hacer ofrecimiento a algunos obispos sirios para ir en ayuda de los refugiados, en el interior del país, muy numerosos sobre todo los de la ciudad cercana de Tartous.

Nuestro monasterio se encuentra en la única zona de Siria que, aunque habiendo sido tocada desde el principio de los combates, a veces cruentos, ha quedado relativamente habitable y sin gran destrucción. Hay escasez de gas, gasolina, electricidad y trabajo…El costo de ida es muy elevado. Pero nunca hemos llegado a situaciones  de hambruna o extremas como es desgraciadamente el caso de tantas otras provincias.

Hemos podido permanecer siempre en el monasterio, a excepción de tres noches en la primavera de 2012,cuando tuvimos que por seguridad bajar al pueblo, al llegar los combates hasta nuestra propiedad. Pero podíamos volver al monasterio a lo largo del día lo que hizo posible que pudiéramos celebrar la Eucaristía en casa. ¡Que regalo para nosotras! El verdadero peligro para nuestra región es la presión ejercida por grupos fundamentalistas que intentan entrar por la frontera  con el Líbano con el fin de ayudar a los otros grupos de Al Kaida, salafitas etc. que se encuentran en los alrededores de nuestra provincia de Homs.

Las gentes que no rodean son muy solidarias y estamos protegidas por la amistad de todos nuestros vecinos… así como por el Arcángel San Miguel presente entre nosotras por un icono que entronizamos solemnemente en el centro de la casa, exactamente frente a la estatuilla de san José. ¡Y está muy bien así!

Nos adherimos de todo corazón al llamado a la paz de nuestro Papa y a la oración que nos une a todos. Algunos quieren matar la esperanza, pero debemos resistir con todas nuestras fuerzas. Resuenan de una manera particularmente significativa para nosotras y para nuestra permanencia aquí en tierra siria, como comunidad monástica, estas palabras de Isaac el Sirio:

«No se te ha establecido para llamar a la venganza contra los acciones y contra los que las cometen, sino para invocar sobre el mundo la misericordia, para cuidar de que todos sean salvados y para unirte al sufrimiento de cada hombre, tanto justo como pecador»

Vuestras hermanas de Siria.

Os recordamos la llamada lanzada por padre Pierbattista Pizzaballa, Custodio de Tierra Santa, para que todos ayuden a la caridad trabajadora de los franciscanos que están en Siria ayudando a la población. Una pequeña ayuda puede significar mucho, y devolver esperanza a quien lo ha perdido todo.