Crónicas de un viaje a Siria en medio de la pandemia

Amy Rodriguez19 marzo 2021

Giacomo y Libero son dos trabajadores nuestros que están en misión en Siria por primera vez tras el comienzo de la pandemia. El país fue destruido por la guerra y ahora está en plena crisis económica y sanitaria. Faltan los bienes esenciales, y nuestros mismos colegas tienen grandes dificultades contactándonos a nosotros y a sus familiares, para decirles que se encuentran bien y contarles cual es la situación por allá. Con muchísimos esfuerzos, Giacomo estuvo cargando el celular durante las pocas horas en que la electricidad está disponible, y logró mandarnos el testimonio de su regreso a Siria. Éste es su comentario: 

“La situación en Siria es un verdadero desastre, no sé como decirlo de otra manera. Hay una gran esperanza y un fuerte deseo de arrancar de nuevo, pero no hay medios para recuperarse. Este año, como nunca, hay gente que quiere marcharse del país. Todos los jóvenes y muchas familias, también esa de Ayad, desean emigrar porque ya no es posible vivir en estas condiciones.  Las nuevas estadísticas nos muestran que incluso el 90% de las familiares vive en el umbral de la pobreza. La lira siria, con respecto al dólar, tiene una inflación muy fuerte a la hora de cambiar la moneda. El año pasado el cambio estaba en 900 liras sirias, llegó en estos días a 4500 liras, entonces  un dólar les corresponde a 4500 liras sirias. Los precios son muy altos, en cambio los sueldos siempre son los mismos. Un sueldo medio bajo es de 50.000 liras sirias por mes, y un sueldo normal corresponde a 100.000/120.000 liras sirias. Pero el costo para mantener una familia de 3 o 4 personas es de 650.000/800.000 liras sirias mensuales. Hace meses, nadie, ni siquiera el que tenga un doble sueldo, logra mantenerle a la familia de forma regular. El precio de la gasolina es muy alto, porque ya no hay importaciones, debido a las sanciones aplicadas en contra de Iran y Siria. Hay colas inmensas y muy largas, de autos o taxis para que se juntan para comprar gasolina. Hay una tarjeta que permite llenar el auto una vez al mes, pero ésto se puede hacerlo solamente en ciertos días y según el número de placa. Es el mismoa sistema utilizado en Italia, de pico y placa, en los fines de semana para reducir el nivel de contaminación. Para comprar gasolina se necesita un día entero y hay que hacer una cola de unos 5 kilómetros como mínimo. 

También los tiempos de espera para recibir el bono estatal que sirve para comprar gasolina y tener calefacción son muy largas. Una familia me decía que su cita incluso está planeada para julio, cuando en pleno verano la calefacción ya no será necesaria. El estado ofrece una especie de calefacción centralizada por un máximo de dos horas por semana. Una señora nos comentó que tuvo que dejarles solos en casa a sus hijos de 5,6, y 12 años para ir a trabajar, cuando dos de ellos tenían una fiebre muy alta. Durante el turno laboral se puso a llorar por la desesperación, y el jefe le preguntó lo que estaba pasando. Ella le explicó la situación y juntos se fueron a ver como estaban sus hijos. La señora había colgado unas cobijas a las ventanas para que el frío no entrara, y así proteger a los niños. Los tres niños estaban con mucho frío, pero afortunadamente se encontraban bien. Yo ya escuché cientas de historias como ésta. Aquí en Siria la electricidad está activa por 2 o 3 diarias. En Damasco hay  electricidad de 9 a 10 de la mañana, de 12 a 13 y a la 1 de la noche. Todo lo demás lo abastece el generador eléctrico que funciona con gasolina, y que por lo tanto, cuesta muchísimo. Varias familias viven sin calefacción. 

Las consecuencias de la crisis son dramáticas: muchos niños de 9 años para arriba, trabajan para ayudarle a la familia a solventar los gastos mensuales y varios padres les impiden volver al colegio. Ésta es una situación muy común sobre todo en la parte oriental de Alepo y Latakia, porque, si los niños renuncian a sus estudios, pueden dar un aporte económico importante. Uno de los nuevos proyectos que quisiéramos proponer será justamente sacar a los niños de las calles, permitirles frecuentar cursos gratis y hacerles recuperar los años escolares perdidos, permitiéndoles volver a estudiar. Además, las familias empezaron a renunciar a una comida diaria, porque no tienen dinero para comprar alimentos. Es normal que en esta situación como ésta, la ayuda humanitaria siga siendo fundamental. Es absurdo: todas las familias piden este apoyo umanitario porque no tienen dinero para comer. Con un sueldo entero es posible comprar 4 o 5 litros de leche, y 2 litros de aceite. Una comida completa sale 50.000 liras sirias. Falta incluso el pan. Es posible comprar pan según el número de los miembros de la familia, nada más. Aquí también hay personas que hacen cola para intentar comprar pan. Algunas familias me comentaban que al rezar el Padre Nuestro, la frase “Danos hoy nuestro pan de cada día” llegó a ser aún más importante: es una invocación hacia Alguien que les dé algo para vivir. Rezando aquella oración saben que necesitan comer pan, porque no hay, pero también saben que necesitan la compañía del Señor. 

Es cierto que en Italia todos nosotros tenemos nuestros problemas, los padres por ejemplo están preocupados por el cierre de los colegios, pero aquí incluso cuando se cerraron los colegios de marzo a junio, no hubo nada, ni siquiera clases virtuales, ya que no hay ni electricidad ni Wi-Fi, por lo tanto, los niños se pasaban el día en las calles. Además, no es pietismo, pero aquí nadie logra solventar todos los gastos, entonces es normal renunciar a una comida. Los niños tienen que trabajar y viven con el frío, se mueven caminando o con medios de transporte, que están totalmente llenos porque no es posible comprar gasolina, es un verdadero desastre. Llegando de Italia aquí uno cambia, pasando de las quejas por la zona roja a la situaciones dramáticas. Pero lo que más nos impactó es que todas estas familias pobres que encontramos porque participan en nuestros proyectos y reciben nuestra ayuda, preocupadas, nos preguntan como está la situación en Italia. Nosotros, con un poco de vergüenza les explicamos cuales son nuestros problemas, y ellos se ponen totalmente en nuestro lugar, entendiendo también nuestro dolor. Todo ésto me hizo reflexionar mucho: las personas de Siria no se burlan de nuestros problemas, que con respecto a los suyos, son cosas de muy poco valor, sino que los comprenden totalmente. Cuanto más una persona vive una situación de dolor y dificultad, tan grande es su capacidad de ser humano y entender las situaciones difíciles que viven los demás.  Hay un gran sentimiento de pertenencia a la misma humanidad, sobre todo entre las familias cristianas, que les permite ponerse en el lugar del otro sin dar opiniones. En Siria la gente logra conmoverse por las fatigas de los que viven en un país que anda mucho mejor que el suyo.”