
Al hablar de su vida diaria, sonriendo, nos cuenta: “Desde hace 2 años me encuentro aquí, al servicio de los peregrinos. La mía es una experiencia gratificante, aunque estamos solos custodiando este lugar, sobre todo ahora que acabamos de inaugurar la nueva fraternidad”.
“Inmerso en esta vida siento vivo mi espíritu franciscano —prosigue, señalando los árboles y las cuevas—. Por ejemplo, en la tranquilidad de las noches de verano, cuando se cierra el santuario, alzo la mirada, observo las estrellas y pienso en los pastores de hace 2000 años”.
Fray José Maria revela que está pensando en restaurar la bellísima iglesia de Barluzzi, que recuerda a las tiendas de los pastores y, junto a la Asociación pro Terra Sancta, trabajar en la restauración del enclave arqueológico. Hablando más adelante de la gran comunidad cristiana de Beit Sahour fray José explica que más del 80 % de la población es cristiana y esta es una gran excepción en la Tierra Santa. Por ejemplo, los domingos cierran todos los negocios, pero la comunidad cristiana local necesita apoyo, y no solo material. A causa de la situación política y social, de la ausencia de buenas perspectivas y a menudo incluso la ausencia de agua, hay una gran ansiedad psicológica.
“¡Mucha gente solo tiene acceso a agua dos veces a la semana! — afirma el fraile con amargura—. Sin embargo, también hay mucha esperanza. En este periodo ha aumentado el número de peregrinos y buena parte de la población vive gracias a ellos, sobre todo ahora que se acerca la Navidad”.
Le preguntamos cómo es la Navidad en los lugares de Jesús. Fray José nos responde: “Es un gran periodo de celebraciones y de fe. Es un momento ecuménico para todos. El año pasado, entre el 24 y el 25 de diciembre celebramos 93 misas para los católicos y 95 para los protestantes. En Belén hay muchísimos musulmanes que festejan en compañía de sus hermanos cristianos”.
“Siento que nuestro servicio supone una grandísima contribución. A través de los siglos, España, el lugar de donde provengo, ha dado mucho a la Tierra Santa, pero hoy en día, las vocaciones escasean. Por eso pienso que nuestra presencia aquí es una misión de toda la Orden y debe ser permanente. Como nos deseó recientemente el padre Francesco Patton, Custodio de la Tierra Santa, esperamos ser ‘un poco pastores y un poco ángeles’”.










