"Una experiencia muy interesante, a pesar de que ha resultado algo difícil trabajar con tantos materiales con los que no estamos acostumbrados", afirma Lama, una de las chicas que modela todos los días platos preciosos y objetos de cerámica. Una vez realizadas las estructuras en poliestireno extruido y colas de bioconstrucción, los jóvenes pasan a la compleja fase del color. Esta representa una de las partes fundamentales en la construcción artesanal de la escenografía, en la que se ambienta el nacimiento de Jesús.
"Ha sido precioso preguntar qué colores utilizar para las casas. Maurizio nos ha dicho: '¡salid e inspiraos en los colores de las vuestras!", dice sonriendo Lama. "En ese momento nos parecía estar construyendo nuestra propia casa y para nosotros, aquí en Palestina, la casa es algo muy importante".
Ruwaida, otra de las chicas del centro, cree en el arte como en una energía que ayuda a expresar la propia identidad. "Estos muros blandos que hemos construido no son paredes que dividen, sino que nos han permitido aumentar el conocimiento del otro", explica. "Y además, también nosotros musulmanes, creemos que Issa (Jesús) es un profeta".
En los umbrales de la Navidad, Maurizio ha vuelto a trabajar a Italia en nuevos belenes pero nos reconoce: "Para mí, hacer el Belén es un acto de fe que se lleva a cabo con el corazón más que con las manos". Esta experiencia ha sido para todos, no solo un momento de formación artística sino, sobre todo, un momento de conocimiento mutuo, un taller de educación en el diálogo y en la esperanza. "Construyendo esos belenes con ellos -concluye Maurizio- he sentido el mismo misterio y la misma esperanza nueva que tuvo lugar en la gruta de Belén hace dos mil años".











